Capítulo de Caballeros Penitentes de Cristo Redentor - Toledo

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Seis razones para meditar en la Pasión del Señor (15)

Seis razones para meditar en la Pasión del Señor

Por  Roberto Jimenez Silva

Existen al menos seis razones que deben impulsarnos a meditar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo:
1. En primer lugar debemos meditar la Pasión de Nuestro Salvador, para imitarle; pues en esto reside el mayor y más sublime seguimiento de todo Caballero Penitente de Cristo Redentor; en esto consiste la suma y perfecta piedad y perfección religiosa de todos sus miembros; en esto se basa la regla y ejemplar vida de perfección y virtudes de este Capítulo. Sea, por tanto, la Pasión del Señor, la norma de nuestra vida como Caballeros Penitentes, y constituya nuestro mayor consuelo gozarnos en imitar a Cristo Redentor, y sea nuestra mayor tristeza el vernos separados de esta norma ejemplar y divina.

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El Dogma de la Resurrección de Jesucristo (14)

El Dogma de la Resurrección de Jesucristo (14)
RobertoJiménez Silva

La Iglesia celebra que Cristo Redentor resucitó, ya que, después de su muerte, salió triunfante del sepulcro. Este misterio venerable y excelso es la señal irreductible de todos los demás misterios, el cimiento de nuestra religión, la garantía inequívoca de nuestra salud, el pedestal de nuestra fe y el auxilio de nuestra esperanza. Todo el Cristianismo se apoya sobre esta verdad de fe en Jesucristo: …y resucitó al tercer día.
Los no creyentes, con su arraigada sin razón, descartan irreflexivamente este Dogma de la Resurrección de Jesucristo. Aunque de forma sustancial, los sentidos sean traspasados por los caracteres de la certeza; aunque de forma sustancial, la historia de Jesús suponga un rompeolas insuperable a la tortura de sus reniegos; aunque de forma sustancial, la jurisdicción viva de la Iglesia ofrezca su testimonio. Pero, la autoridad que ejercen en su propio provecho un reducido grupo de personas apostatas, así como la ceguera que provoca persistir en el error, y las vanas suposiciones de los hostiles a nuestra religión, vienen a estrellarse frente a éste misterio de fe y de esperanza. Leer Más

Etimología de la palabra Alleluya (13)

Etimología de la palabra Alleluya (13)
RobertoJiménez Silva

Este vocablo de sagrado júbilo en alabanza a Dios, está integrado por dos voces hebraicas Hallelu y Jah, que significan alabad a Jeovah. Razonadas estas voces en su etimología se puede decir que, tienen la potencia de una interjección que logra pronunciar la devoción apasionada de un alma que se complace en alabar a Dios. Entre el pueblo hebreo se cantaba en las solemnidades principales en señal de alegría espiritual, y así leemos en el libro de Tobías: Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedras de Ofir; entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los benditos bendecirán el Santo Nombre por todos los siglos de los siglos. (Tb. 13, 17).
Y en el Apocalipsis, nos dice San Juan: Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: ¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos. Y por segunda vez dijeron: ¡Aleluya! La humareda de la Ramera se eleva por los siglos de los siglos. Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: ¡Amén! ¡Aleluya!.
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Recuerdos ante el Calvario y el Sepulcro (12)

Recuerdos ante el Calvario y el Sepulcro (12)

Roberto Jiménez Silva

La luz del mediodía había velado sus radiaciones a la tierra por espacio de tres horas, hasta las tres de la tarde. Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona (Mt. 27, 45) tornando a emerger de repente con toda su fuerza luminosa, para comunicar a toda la creación que aún permanecía trastornada y desconcertada, la consumación del Sacrificio de Cristo Redentor. La tierra se había visto sacudida con un terremoto aterrador, que había abierto las sepulturas y devuelto sus cuerpos. En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron. Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron.   Leer Más

La Flagelación

La Flagelación (11)

Roberto Jiménez Silva

(Jn. 19, 1)

No satisfechos los brutales verdugos con tan salvaje tortura, envolvieron a Cristo Redentor con un ropón de color púrpura, y uniendo a la burla la barbarie y la más refinada maldad le golpeaban con una caña en la cabeza, y clavando en tierra la rodilla le decían: Salve, Rey de los Judíos. Y le daban bofetadas. (Jn. 19, 3)

Esto era una deshonrosa caricatura de los ritos que se empleaban en las poblaciones orientales para la coronación de sus reyes. Comentando la del Califa Motawakil, afirma el historiador árabe Abulfeda que, “le pusieron en los hombros el manto real, y la corona en la cabeza, y que besándole el consagrante, le decían: salud, oh Príncipe de los creyentes”. Es más… En Persia y Babilonia se celebraban cada año unos festejos que duraban cinco días; en el último se representaba con un malhechor la misma burla sangrienta que los judíos hicieron al Señor, y después le sacaban fuera de la ciudad, le azotaban y quemaban vivo. Leer más

La túnica de Nuestro Señor (10)

LA TÚNICA DE NUESTRO SEÑOR

Roberto Jiménez Silva

¿Qué fue de esta vestidura?

Se sabe que los hebreos llevaban en tiempos de Jesucristo dos vestidos exteriores, uno el chetonet (túnica entre los romanos,) y otro que iba por encima de ella y que era una especie de manto o capa; la primera se hacía de lino o algodón, tenía mangas largas y anchas, llegaba por debajo de las rodillas y se ataba por medio de un ceñidor o cinturón. La capa por su parte, era un pedazo de tela cuadrado que se llevaba sobre el hombro y cuyo color era generalmente blanco o púrpura.

E aquí el reparto de los vestidos según el Evangelio de San Juan (Jn. 19, 23-24): Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: <>. Para que se cumpliera la Escritura: “Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica”. Y esto es lo que hicieron los soldados. Leer más

El Cáliz de la Última Cena

El Cáliz de la Última Cena (9)

Roberto Jiménez Silva

¿Qué sabemos sobre esta reliquia?

Esta sagrada reliquia en la que Cristo Redentor convirtió el vino en su sangre la noche de la última cena en el cenáculo de Sión, ha merecido la veneración de los cristianos desde los primeros siglos de la Iglesia, pasando de unos a otros, hasta que en el año 1424 llegó a la Santa Iglesia Metropolitana de Valencia, donde se conserva.

Es de piedra ágata cornerina oriental, matizada con visos de diferentes colores, y está adornada con perlas y piedras preciosas incrustadas en oro. Leer más

Reflexiones ante el hallazgo de la Santa Cruz

Reflexiones ante el hallazgo de la Santa Cruz (8)

Roberto Jiménez Silva

El sacro instrumento de nuestra salvación, la Santa Cruz en que se consumó la gran obra de la redención de los hombres, había estado desaparecido durante tres siglos. La devota madre del primer Emperador cristiano descubrió esta delicada joya oculta bajo los escombros de lo que fue el Calvario. Este acontecimiento ocurrió en el año 326 d.c.; el año 21 correspondiente al Imperio de Constantino; el año 13 del Pontificado de San Silvestre. Pero no siempre se ha estado de acuerdo con estas fechas.

Reflexionemos históricamente sobre la controversia más polémica:

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Invención de la Santa Cruz

¿Cuándo y cómo se instituyó esta fiesta?

Después de haber ocupado los romanos la ciudad de Jerusalém, queriendo hacer desaparecer todo lo que pudiera recordar el gran misterio de la Redención, ejecutaron grandes trabajos sobre el monte Calvario. Terraplenaron todo el lugar, rellenaron la gruta del Santo Sepulcro, y edificaron sobre este sagrado suelo un templo dedicado a la diosa Venus.

Constantino el Grande, emperador romano, hijo de Constancio I Cloro y Flavia Julia Elena, que se convirtió a la nueva fe, y que por el Edicto de Milán hizo del cristianismo la religión oficial del estado, resolvió devolver a estos venerados lugares el honor del que se les había querido despojar y mandó que el templo de la diosa fuese reemplazado por una magnífica iglesia. Este emperador encargó los trabajos que fuese necesario ejecutar a San Macario, llamado el Viejo, Obispo entonces de Jerusalém. Pero la emperatriz Elena, madre de Constantino, animada de los mayores deseos de ver concluido cuanto antes este piadoso designio, quiso dirigir por sí misma la ejecución de las obras. Con éste ánimo fue a Jerusalém hacia el año 326, y habiéndose informado exactamente del lugar en que Cristo Redentor había sido crucificado,
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TRIUNFO DE JESUS SOBRE LA MUERTE

¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? (1 Co 15, 55)

Príncipes de Hus y de Edom, de Menphis y de Tiro, de Etiopia y Asiria, escuchad las palabras del que sentado en el Trono de su inmensidad derrama los rayos del sol sobre los buenos y los malos; de aquel a cuyos pies caen las potestades del mundo como trofeos de su poder, y en cuya presencia dobla la cerviz el tigre y tiembla el león cual débil caña.

Esta es la Palabra del Señor que fue dirigida a Oseas, hijo de Beerí, en tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, y en tiempos de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Isarel: ¿De la garra del Seol los libraré, de la muerte los rescataré?¿Dónde están, muerte, tus pestes, dónde tu contagio, Seol? (Oseas 13,14)

El Profeta considerado como el padre del Judaísmo en su línea más pura, vaticinó antes de este modo: ¡Oh esperanza de Israel, Yahveh, Salvador suyo en tiempo de angustia! ¿Por qué has de ser cual forastero en la tierra, o cual viajero que se tumba para hacer noche? ¿Por qué has de ser como un pasmado, como un valiente incapaz de ayudar?. (Jer 14, 8 – 9)

Había dicho también el hijo de Amós: Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar.
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