Síntesis Histórica del Capítulo

Capítulo de Caballeros Penitentes de Cristo Redentor (Toledo)

Reseña histórica procesional. El Capítulo de Caballeros Penitentes de Cristo Redentor procesiona por primera vez con su titular la noche del Miércoles Santo de 1947. Desde entonces, la recogida Plaza de Santo Domingo el Real; plaza única en la Vía Dolorosa, a las 23:30h suena la campana y el coro entona el “Oh Redentor…”. Un redoble del destemplado tambor inicia la procesión. El mismo resonar de las pisadas de quiénes llevaban a Jesús al Gólgota. En el suelo, cantos rodados, alisados, punzantes, para un caminar afligido, y Cristo Redentor cae por el peso de la cruz. En las estrechas calles de Buzones, Tendillas…, la penumbra y el silencio de la noche. En la esquina de Esteban Illán la luz de un farol ilumina el canto de un versículo del “Miserere…” Camino de la Pza. de Valdecaleros, en el ambiente flota la hora del Cantus Gallicanus o “Canto del Gallo”. La imagen de Cristo Redentor avanza sombría y doblada en su caída, con su mirada perdida y aturdida, una afligida anatomía velada por seis faroles de Julio Pascual. Este es el único “Paso”. El “Paso” del Señor por las tortuosas calles de Toledo. “Miserere mei deus…”

Comienza la madrugada y la procesión de Caballeros Penitentes, sombría, más que sigilosa es susurrante. Cuando los hermanos que portan las andas hunden sus horquillas, cuando el madero golpea contra el canto, se siente que el alma del costalero se desgarra y su cara se cubre de pesar. Las capuchas negras no son “capirotes”, son frailunas y adheridas a la cabeza, sólo mirando al “Enlosado”, en hebreo, Gábbatha.

Cobertizos de Santa Clara y Santo Domingo. Cristo Redentor entre cuatro paredes angostas, oscuras, una capilla entre el techo y el suelo que los costaleros a ras de suelo, hincan sus nudillos por el pavimento. Sólo se escucha la voz del capataz… “abajo…abajo… más abajo”. La procesión está regresando al templo. El redoble del tambor cesa. Y como un grito unánime, a una sola voz, todo el pueblo suplica el perdón: “Misericordia, Dios mío…”

Cristo Redentor en la capilla de su Monasterio de Clausura hasta el próximo Miércoles Santo.

Imagen

Los hermanos fundadores, don Cruz Loaysa y don Tomás Martín Ruiz, fueron los verdaderos “descubridores” de esta representación imaginera de Jesús con la cruz a cuestas en una de sus caídas, que se encontraba en una hornacina del coro en el interior de la clausura, pasando a ser el titular del Capítulo bajo la advocación de Cristo Redentor. De la historia de la imagen poco se sabía, hasta que en el archivo de las religiosas se encontraron unas palabras escritas por sor Patrocinio, que era la “única que sabía algo”. Esta imagen fue donada en testamento para esta Comunidad por un señor Canónigo de la Catedral, de muy santa vida, por el año de 1859, siendo Cardenal de Toledo el P. Cirilo Alameda y Brea, que a petición de las religiosas de esta casa concedió el 20 de abril del mismo año cien días de indulgencias por cada paternóster, credo o acto de contrición que se rezare ante ella… Este privilegio de indulgencias se conserva en la actualidad. El canónigo de la catedral de Toledo a quien se refiere el escrito era D. Antonio López Osorio. Y refiriéndose al donante de la imagen, sor Patrocinio subrayaba: La dejó porque en el futuro se la daría culto público. Y como datos muy señalados aportaba que se sacaba a la iglesia el Jueves Santo, y se exponía al lado del Evangelio, fuera del Monumento, con una imagen de la Virgen de los Dolores que se traía de la parroquia de Santa Leocadia. Después, como estaban prohibidas las imágenes en los monumentos, no volvimos a sacarlas.

La primera restauración conocida tanto en su talla como en su policromía, antes de procesionar por primera vez, fue encomendada al artista D. Mariano Guerrero Malagón, quien talló también la disposición de las andas. Durante muchos años habían permanecido ocultos determinados aspectos relacionados con la talla de Cristo Redentor. En la década de los ochenta y de la mano del escultor y restaurador D. Luciano Gutiérrez que la catalogó como “obra del siglo XVIII, de autor anónimo”, apareció bajo las capas de pintura “una greca, finísima y de muy buenos trazos, tanto por su dibujo como por su acertado y armonioso colorido, dando contorno a toda la parte inferior de la túnica de la talla, y que se ha recuperado en su totalidad”. (Sólo se puede apreciar cuando la imagen está sin manto). La imagen, ha sido propiedad de las religiosas Dominicas hasta el año 2013, en que se firmó un convenio de cesión indefinida a favor del Capítulo en las condiciones reseñadas en el documento firmado a 9-juio-2013.

En cuanto al vestuario de la imagen de Cristo Redentor se sabe que, primeramente, procesionó sin manto alguno, pues la túnica que exhibía era la propia de la talla. El primitivo y modesto manto (aún se conserva muy deteriorado) de color carmesí, se confeccionó por las Religiosas dominicas del propio convento. Años más tarde, y por parte del altruismo y generosidad de Da Vicenta Montero basado en dibujos y diseños de su hijo, elaboró y donó otro manto con unos afiligranados dibujos en pedrería y oro sobre terciopelo rojo. En la década de los noventa el Hermano D. José Luis Peces bordó a mano, y donó, una túnica en color nazareno. El Capítulo Mayor encargó a Dña. Ana María García la confección de una nueva túnica de color rojo Carmesí. Esta túnica lleva una greca inspirada en la original de la talla e incorpora la Cruz del Capítulo de Caballeros Penitentes de Cristo Redentor.

Aspectos destacables

En contraste con otras procesiones toledanas, ambientadas con Banda de Cornetas y Tambores o Bandas de Música, el Capítulo de Caballeros Penitentes de Cristo Redentor desde su fundación, incorporó al inicio de la procesión, delante de la Cruz-guía, un sólo tambor, destemplados sus bordones manifestando así, la imponente austeridad de éste Capítulo Penitencial.

La procesión está organizada como un Vía-Crucis con catorce estaciones, en cada una de las cuales y a lo largo del recorrido, la imagen, que va sobre andas a hombros de doce penitentes, se va relevando por turnos de hermanos delimitados por veinticuatro cruces.

La campana se incorporó a la procesión en la década de los ochenta y representa a la Comunidad de Religiosas Dominicas unidas al Capítulo en oración durante el recorrido procesional por las calles de Toledo. Primeramente, se incorporó la campana que pendía de una viga en la clausura y que servía para las llamadas a la comunidad conocida con el nombre de “Bárbara”; poco tiempo después y ante el deterioro que estaba sufriendo la mencionada viga la Comunidad de Religiosas donó una campana propia para el capítulo con la misma inscripción que el varal tallado del que pende: “Mi morada es casa de oración”, semejante a la frase que figura en una de las sobreportadas del monasterio de Santo Domingo el Real que da acceso a la clausura. Es llevada a hombros y en turnos por los hermanos más jóvenes; sus toques inician el canto del “Miserere…” durante la procesión.

El canto del Salmo 50 “Miserere mei Deus…” durante la procesión y al final de la misma, supone el rezo continuo de éste salmo penitencial por excelencia. “Dios, totalmente puro e íntegro, al perdonar, manifiesta su poder sobre el mal y su victoria sobre el pecado, versículo 6: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. El versículo 7: Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre, nos recuerda que todo hombre nace impuro, y por ello inclinado al mal, (Gn 8,21); En el v. 16: se ha querido ver a veces una alusión al asesinato de Urías por orden de David, (2 S 12,9). También se ha leído allí la expresión de la muerte prematura del malvado como castigo por los pecados, según la doctrina tradicional. En el v. 20: Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén; al regreso del destierro, se espera, como señal del perdón divino, la reconstrucción de las murallas de Jerusalén. Y el v. 21: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos, es una precisión litúrgica añadida más tarde: en la Jerusalén restaurada se dará todo su valor a los sacrificios legítimos, es decir, oficialmente prescritos. El rezo del Canto del Miserere es un verdadero acto de penitencia, que según tradición de la iglesia, brotó del corazón y los labios del Rey David, cuando Natán le reprendió por su pecado. El Salmo 50 rezado durante todo el recorrido es el canto del pecado y del perdón, la más profunda meditación sobre la culpa y la gracia. El Capítulo de Caballeros Penitentes de Cristo Redentor al incorporarlo a su cortejo procesional desde su fundación, deseó que con esta oración y desde lo más profundo del corazón, todos sus hermanos elevasen al cielo esta plegaria, este suspiro de arrepentimiento y de esperanza dirigido a Cristo Redentor, Dios misericordioso.

Hermanos-Caballeros Penitentes

El art. 5.o de las Reglas sobre las “obligaciones comunes a todos los hermanos” se establece que, a la Procesión del titular y canto del Miserere será obligatorio el hábito de penitente, de túnica blanca, capucha escapulario de fraile en negra estameña y cíngulo blanco. Sobre el pecho, cruz dominicana de madera, pendiente del cuello por un cordón de seda amarillo-oro. Portando durante la procesión un farol con cirio encendido símbolo de la fe. La solemne toma de hábitos e incorporación de nuevos Hermanos tiene lugar en el monasterio de Santo Domingo el Real, el Viernes de Dolores.

Sede Canónica

Monasterio de Religiosas Dominicas de Santo Domingo el Real.

(Todo lo explicado es compendio del libro de J.J. Peñalosa “Capítulo de Caballeros Penitentes de Cristo Redentor. Síntesis Histórica” Copyright del capítulo).

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