Etimología de la palabra Alleluya (13)

Etimología de la palabra Alleluya (13)
RobertoJiménez Silva

Este vocablo de sagrado júbilo en alabanza a Dios, está integrado por dos voces hebraicas Hallelu y Jah, que significan alabad a Jeovah. Razonadas estas voces en su etimología se puede decir que, tienen la potencia de una interjección que logra pronunciar la devoción apasionada de un alma que se complace en alabar a Dios. Entre el pueblo hebreo se cantaba en las solemnidades principales en señal de alegría espiritual, y así leemos en el libro de Tobías: Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedras de Ofir; entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los benditos bendecirán el Santo Nombre por todos los siglos de los siglos. (Tb. 13, 17).
Y en el Apocalipsis, nos dice San Juan: Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: ¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos. Y por segunda vez dijeron: ¡Aleluya! La humareda de la Ramera se eleva por los siglos de los siglos. Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: ¡Amén! ¡Aleluya!.

Y salió una voz del trono, que decía: ¡Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes! Y oí el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: ¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. (Ap. 19, 1-6).
En la liturgia de la Iglesia Católica, se ha guardado en su carácter original esta palabra, igual que se han recogido algunas otras hebreas, griegas y latinas. Por ejemplo:
Abad. (Abadesa) (del hebreo abbá = padre); Ábside. (de habsis [haptó] = nudo o clave de la bóveda); Absolución. (de absolvere = perdonar, liberar); Amén. (así es, es verdad); Gloria (del griego dóxa, de ahí la palabra doxología); Hosanna. (¡Ayuda pues!); y un largo etc.
Aún más… En los días de San Jerónimo, (340-420) refiere que era costumbre en toda la iglesia cantar el Alleluya en el tiempo pascual, aunque también se cantaba en otros tiempos en algunas Iglesias particulares, lo que corrobora San Agustín (354-430) que señala que, se entonaba todos los domingos del año. Más adelante San Gregorio Magno (540-604), muy posiblemente al establecer el antifonario para toda la Iglesia, dispuso que se cantase esta voz de alegría en todo tiempo del año, y aun en las exequias, como se hizo en las de Fabiola, aquella santa mujer de noble familia romana, quien dedicó su vida a obras de caridad, fundó hospitales como el de Ostia, y atendiendo personalmente a los enfermos viajó llevando la fe de Cristo, según escribe San Jerónimo en su Carta 77 redactada poco después de su muerte; así como en las del Papa Agapito I que se celebraron en Constantinopla el 22 de abril de 536. No obstante, parece que esta disposición no fue observada por todas las Iglesias hasta mucho tiempo después, porque San Isidoro (556-636) nos habla de la gran variedad de tradiciones que había entre las Iglesias de África y España.
Por lo que a la norma de la Iglesia en España se refiere, debemos acudir al Concilio IV de Toledo celebrado el 5 de diciembre de 633, en el que se aprobaron setenta y cinco cánones; entre los cuarenta y ocho que se aprobaron sobre creencias religiosas, disciplina y administración de la Iglesia figura el Canon IX que traducido dice así: Además, sabemos que algunos Sacerdotes de España cantan en Cuaresma el “Alleluya” fuera de la última semana de Pascua, lo que prohibimos para en adelante; estableciendo que en todos los dichos días de Cuaresma, porque no es tiempo de gozo sino de tristeza, no se cante el “Alleluya”; es por lo tanto necesario entonces entregarse al llanto y ayunos, cubrir el cuerpo con cilicio y ceniza, dar el alma a la tristeza, convertir en esta el gozo, hasta que llegue el tiempo de la Resurrección de Cristo, que es cuando conviene cantar el “Alleluya” en señal de alegría, y cambiar la tristeza en regocijo.
Pues esto es lo que ha corroborado el universal consentimiento de la Iglesia en todos los ángulos de las provincias, y lo que convendrá también que se observe por nosotros en las Españas y Galias. Tampoco se cantará el “Alleluya” en las Candelas de Enero que se celebran por la mala costumbre de los gentiles, en las cuales lo mismo que en los cuarenta días de Cuaresma hay que abstenerse, fuera de peces y verduras, de las demás carnes, y algunos ni aún beben vino. Por lo tanto, si hubiere algún Obispo, Presbítero, Diácono o cualquier otro Clérigo que juzgase deber ser preferido su propio arbitrio a esta constitución, será suspendido en el oficio de su orden y privado de la comunión de la misma Pascua.
No obstante, y a pesar de lo decretado en éste Canon, la Iglesia en España conservó hasta más adelante, el canto del Alleluya en los oficios de difuntos; quedando huellas de ello en el Misal Gótico o Mozárabe, cuya Misa de difuntos empieza de esta manera: Tu es portio mea Domine, Alleluia, in terra viventium. Alleluia, Alleluia.
Tiempo más tarde, rigió en la Iglesia el decreto de Alejandro II, Papa desde el 1061 a 1073, quién prohibió el canto del Alleluya desde Septuagésima (período litúrgico que precede a la Cuaresma) hasta el Sábado Santo, sustituyéndole por el Laus tibi Domine Rex aeternae gloriae.
En la actualidad, como antiguamente, es general y constante en la Iglesia este cántico del Alleluya durante todo el Tiempo Pascual, como manifestación de alegría y regocijo por el día grande de la Resurrección del Señor. (En la Instrucción general del Misal Romano, Cap II. 3. B. -55 al 71- se especifica cuándo debe de emplearse y cuando no el Alleluya como aclamación antes de las Lectura del Evangelio.)
Para finalizar éste artículo diremos que, en la primitiva Iglesia, los fieles no sólo entonaban el Alleluya en los templos y en los actos litúrgicos, sino que también se saludaban con él por las calles y plazas, como si fuera el saludo más propio y característico para expresar la mística alegría de sus almas, y la paz de los corazones en la fe y el amor de Jesucristo Resucitado.
Una historia más que no deberíamos olvidar… El Alleluya es el cántico de gozo que entona el cristiano en el triunfo sobre sus pasiones y en el éxito terminante frente al Mal; ¡Alleluya! es el himno glorioso, que la Esposa del Cordero Inmaculado, o sea, la Santa Madre Iglesia, cantará siempre en sus batallas y en sus victorias hasta la consumación de los siglos, y que repetirá sin cesar en éxtasis de júbilo y deleite allá, en la Jerusalén Celestial.
Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva -porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya-. Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: <> Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado.
Entonces dijo el que está sentado en el trono: <> Y añadió: <> Me dijo también: <> Esta será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él será hijo para mí. Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre: que es la muerte segunda. (Ap. 21, 1-8)

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