La Pascua (20)

La Pascua

Roberto Jiménez Silva
Teólogo Seglar.

El nombre de Pascua se deriva del hebreo phase, y este de pasach, que significa “pasar”, y del siriaco pasca, esto es, tránsito, paso, etc. El pueblo judío fue el primero en celebrar la Fiesta de la Pascua instituida por Moisés, en memoria del tránsito del Ángel del Señor, que quitó la vida a los primogénitos de los egipcios, y pasó sin tocar las casas de los hebreos que estaban señaladas con la sangre del cordero, en recuerdo de la salida de Israel de Egipto, y también del tránsito o paso del Mar Rojo, a pie enjuto, y en cuyas aguas quedaron sumergidos el Faraón y los Príncipes de Tarsis y Memphis, sus carrozas, caballos y un numeroso ejército.

Estos tres acontecimientos están narrados principalmente en los capítulos 12 y 13 del libro del Éxodo, y los celebraban los hebreos el día 14 del primer mes de primavera, marzo-abril, que se llamará Nisán después del destierro. Se empezaba a celebrar por la tarde, después que el sol comenzaba a declinar, y se comía el cordero asado, y sin romperle ningún hueso, a la entrada del día 15. En el día precedente se inspeccionaba con mucho cuidado la casa, y se dejaba bien limpia de todo pan con levadura, a fin de no infringir la ley que prohibía el comerlo durante los siete días de la fiesta, o sea, del 15 al 22, cuyos días por esta razón se llaman días ázimos. (Ver La fiesta de los Ázimos en el capítulo 13 del Éxodo, versículos 15 al 20.)

Para la celebración de la Pascua cada familia mataba un cordero, o a falta de éste un cabrito macho y primal, y sin ningún defecto, que debían comer, (según la ley prescrita por Yahveh a Moisés y a Aarón en el país de Egipto, y como consta en el Éxodo, capítulo 12, versículos del 1 al 14) en pie y en vestimenta de viaje con el bastón en la mano, y con pan sin levadura y lechugas silvestres. Debía comerse todo, y si por casualidad quedaban algunos fragmentos, la ley obligaba a echarlos al fuego. Al mismo tiempo rociaban con la sangre del cordero los dos postes y el dintel de sus casas, estas ceremonias eran una alusión o representación de las practicadas por los Israelitas en Egipto la noche antes de salir de éste país.

Esta Pascua de los hebreos era una figura de la Pascua cristiana, ya que, por la Sangre del Divino Cordero inmolado en la cruz, y por la gloriosa Resurrección de Nuestro Redentor, pasamos de la esclavitud del pecado a la libertad de ser hijos adoptivos de Dios, liberándonos de la muerte eterna, y caminando por el desierto de esta vida, para entrar en el cielo, la tierra de promisión.

Desde los tiempos Apostólicos la Fiesta de Pascua (sin desmerecer a otras) ha sido siempre la más grande de todas las fiestas cristianas. Quinto Septimio Florente Tertuliano (160 – 220) quien fue uno de los llamados Padre de la Iglesia y un prolífico escritor durante la segunda parte del siglo II y primera parte del siglo III, la llamaba el Día Grande. San Gregorio, el santo día del Señor. San Gregorio Nacianceno, Arzobispo cristiano de Constantinopla en el siglo IV, dice que es la más excelente sobre todas las fiestas del Señor, del modo que estas lo son sobre las fiestas de los Santos; San León afirma que, todas las solemnidades de la Iglesia reciben su dignidad y excelencia de la fiesta de Pascua. Varios Concilios establecieron fuesen días festivos los ocho de la Semana de Pascua. La Iglesia Católica no sólo trasladó a esta fiesta todos los honores, privilegios y obligaciones del sábado, (que era el día grande de fiesta entre los judíos,) y la consagró con especial dedicación al Señor, sino que además quiso que los gozos espirituales de esta fiesta de Pascua continuasen por espacio de cincuenta días, que llamamos Tiempo Pascual, mandando a su vez que en todo el año, el primer día de cada semana se llamase Domingo o día del Señor, en memoria del misterio de la Resurrección del Señor, porque él es el fundamento de nuestra religión y la base de nuestra fe. San Pablo a los cristianos de Corinto les decía (1Co. 15,12-14): Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también nuestra fe.

Toda nuestra religión y todo el evangelio se encierran en la evidencia de éste misterio: Si Cristo ha resucitado es porque es Dios; y sus palabras son anuncio de la verdad; y su evangelio es la verdadera moral de nuestras costumbres; su Iglesia la única nave de nuestra salvación; su religión, -la religión cristiana-, la única verdadera en el mundo. Y por todo esto, y en éste día, la Iglesia nuestra Madre nos eleva en espíritu a la patria celestial, poniendo en nuestros labios la aclamación de las Aleluyas, que los bienaventurados, como dice San Juan cantan eternamente en la gloria. (Ap. 19,1) Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: <<¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios >> ¡Aleluya! que significa: alabad a Dios con júbilo, alegría y canto, debemos repetir a Cristo Redentor continuamente en esta vida con un corazón puro, renovados interiormente con un espíritu firme.

Una última cuestión… Sobre el día en que debe celebrarse la Pascua, la Iglesia no siempre ha sido unánime. Viendo a los Padres del Primer Concilio de Nicea, año 325, y mientras que las iglesias de Roma, Italia, España, África, Grecia, y generalmente la mayor parte de todas las demás iglesias del orbe católico celebraban siempre la Pascua en Domingo, las comunidades católicas de Siria y Mesopotamia seguían las costumbres de los judíos y la celebraban el mismo día 14 de la luna de Nisán, aunque no cayese en domingo. La Jerarquía eclesiástica no obstante, determinó indispensable establecer un criterio único. Así es que, después de haber examinado cual era el día más propio, se fijó al domingo inmediato después del día 14 de la luna, que siguiese al equinoccio de primavera, en razón de ser cosa sabida, que Jesucristo resucitó el domingo primero después de la Pascua de los judíos, esto es, el día que siguió al sábado primero después de la Pascua.

Algunos autores consultados son de la opinión que el mismo Concilio encargó a los Obispos de Alejandría que fijasen con anticipación el día en que cada año se debía celebrar la Pascua, y todo, porque en aquella ciudad se cultivaba mucho la astronomía. Los que defienden esta opinión añaden que, el Obispo de Alejandría de un año para otro daba aviso al Romano Pontífice del día en que tocaba celebrarse la Pascua; anunciándose al pueblo el día de Reyes, el Papa les transmitía a las demás Iglesias por medio de cartas, encíclicas o circulares, el día que en aquel año había de celebrarse la Pascua. Por mi parte, no comparto ésta opinión que me parece poco fundada, por el contrario, diré que, desde el Concilio de Nicea debió de cesar toda incertidumbre acerca de la celebración de esta fiesta. Y si transcurrido el siglo IV había todavía alguna duda, desapareció en el VI, porque en él, Dionisio el Exiguo, aquél monje erudito y matemático, creador del cómputo de la Era Cristiana o Anno Domini (Año del Señor) pudo calcular la fecha de la Pascua en sustitución de la anterior (Era Diocleciana). Desde aquella época hasta nuestros días, es constante en la Iglesia la celebración unánime de la gran fiesta de Pascua.

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